Me da mucho gusto poder escribir estas líneas y compartir contigo esta historia, que, para mí, ha sido no sólo una historia de emprendimiento, sino también, una historia de amor.

Hace algunos años, trabajaba para una de las empresas más grandes y prestigiadas del mundo en el área de  telecomunicaciones.

Hacia el año 2005, la empresa tenía algunos problemas financieros y un nuevo CEO se había hecho presente para aportar toda su experiencia y poder sacar el barco a flote. Desde mi perspectiva, hubo cambios importantes y la empresa comenzaba a retomar rumbo y estabilidad económica, sin embargo, después de la crisis del 2008, la compañía ya no pudo salir a flote. Considero que utilizó todos los recursos habidos y por haber para mantenerse en el mercado y continuar, pero los esfuerzos no fueron suficientes. Durante todo ese tiempo, hubo despidos masivos. La compañía que en algún momento fue una de las gigantes de telecomunicaciones más importantes a nivel mundial, se convertía en una enana insignificante ante los embates de la crisis, también mundial. La empresa, que en algún momento llegó a casi 100 mil empleados, pasaba a la bancarrota. Algunas otras empresas del sector adquirieron las áreas de negocio que se pusieron a la venta y con ello, algunos empleados pudieron conservar sus trabajos, aunque como parte ya de otras compañías.

Para el año 2010, se completó la migración de mi equipo de trabajo hacia la nueva compañía. Yo era el único mexicano del equipo y también el más joven. Daba gracias de que muchos de mis compañeros extranjeros, con varios compromisos que cumplir, con hipotecas, hijos y compromisos mayúsculos -que en aquel entonces yo ni siquiera vislumbraba como parte de mi vida-, habían conservado su trabajo durante el proceso de migración a la empresa compradora. Aunque estaba ahora desempleado, daba gracias por estar «soltero y sin compromiso» -como se dice-. Bueno, sí tenía novia y un crédito automotriz por pagar, pero definitivamente, nada comparado con lo de mis compañeros de equipo.

Un par de meses antes de mi salida, mi socio -de la primera empresa que formé- me preguntó:

«Oye Albert, y ahora que salgas de ahí, ¿qué vas a hacer?«

En ese momento tenía mucha claridad de que quería explorar mi lado empresarial y le contesté de manera contundente:

«No tengo idea cómo ni en dónde, pero quiero hallar un lugar en donde haya mucha capacitación. Quiero desarrollarme y obtener conocimiento en ventas, liderazgo, finanzas, negociación, administración para comenzar a construir mi propio negocio. Estoy abierto a cambiar de giro si es necesario.»

Para mi gran sorpresa, -aunque en ese momento yo no había dimensionado hasta dónde iba a llegar esa conversación- mi socio me dijo:

«Fíjate que tengo un primo, que no sé exactamente qué hace, pero me suena a que es algo de lo que estás buscando.»

Después de eso, él me apoyó a poner en contacto a su primo y a mí por correo electrónico y una o dos semanas después, recibía una llamada para agendar una entrevista con el socio de su primo.

Durante el proceso de entrevistas, que, si no mal recuerdo, en total fueron 3, me di cuenta que era un despacho de consultoría en seguros en donde tenía la oportunidad de recibir capacitación justamente en las áreas que yo quería, así que sin pensarlo mucho me lancé hacia esta nueva aventura, que implicaba no sólo un cambio de giro, sino un cambio de rumbo y de carrera.

Para iniciar mi proceso de capacitación como asesor, requería ir a lo que denominaban como «la escuelita«. En ese primer día, me sentí nuevamente como universitario, ingresando a los salones de clase y conociendo gente nueva. Durante todo el primer mes de capacitación, hice muy buena amistad con varias personas, pero había un grupito con el que me juntaba mucho más. En total éramos 6, 4 mujeres y 2 hombres. Yo me divertía mucho con ellos, platicábamos en los recesos -bueno, bueno, también un poquito en horas de clase-, nos conocíamos más y compartíamos muy buenas pláticas. Fue ahí en donde conocí a Olivia Santos.

Inicialmente, nos hicimos amigos. De hecho, tanto ella como yo teníamos pareja. Compartíamos pláticas casuales junto con nuestros otros 4 compañeros. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos todos y, hasta la fecha, nos seguimos llevando bien, aunque ya no nos vemos tan seguido. En aquellos momentos conversábamos también de nuestras reuniones con clientes con la clásica pregunta: ¿cómo te fue? Compartíamos tips entre nosotros para dar un mejor servicio y elevar la calidad de nuestras asesorías, así como conocimientos técnicos del mundo financiero y del área de seguros. Poco a poco fui conociendo más a Oli y me llamó mucho la atención su perfil -me refiero al profesional, en este tiempo no había aún conexión entre nosotros fuera de la bonita amistad- pues era un tanto parecido al mío. Ella también había trabajado para una empresa grande -en el sector turístico-, había tenido un negocio y había decidido cambiar completamente de giro para iniciar, al igual que yo, a trabajar por su cuenta. Al paso de los meses, nos fuimos conociendo más en el área profesional. Yo admiraba muchas cosas de ella y poco a poco comenzamos a darle forma a la idea de unir esfuerzos y experiencia para poder brindar un mejor servicio a nuestros clientes y tener un mayor impacto en la sociedad. Rápidamente la idea se convirtió en acciones concretas, lo que en algún momento contemplamos como una posibilidad de trabajo en conjunto, se había convertido en reuniones de trabajo para ponerle pies y cabeza a nuestro proyecto. Después de asociarnos, nos hicimos novios, y ya como socios y como novios, surgió el nombre de nuestra firma: CONGRUENTI -encargada de ofrecer servicios de consultoría profesional en finanzas personales, empresariales y seguros-. Ya después de eso nos comprometimos y luego nos casamos. Al día de hoy, llevamos de 10 meses de matrimonio y vivimos felizmente casados -bueno… me remito nuevamente al título de esta publicación, esta es MI VERSIÓN, habría que preguntarle a ella si efectivamente vive felizmente casada-.

Jamás pensé que en mi cambio de carrera, además de encontrar un camino más hacia el emprendimiento, iba también a encontrar el amor…

Muy pronto, Oli nos compartirá SU VERSIÓN en la publicación: Congruenti… El inicio… La versión de ELLA.